Thursday, November 22, 2018

Reflexión sobre el retrato en la pintura




El retrato aparece por primera vez acompañado de la pintura. Es cuando se comienza a poder recrear lo que vemos e imaginamos. Es curioso cómo podemos considerar “retrato pictórico” a tantas variedades de este.  La amplia gama desde los retratos de Velázquez y Rembrandt hasta los retratos cubistas de Picasso.

¿Pero cuál es la función del retrato?
El retrato pretende capturar, recrear una persona. Retratamos para conferir importancia. A lo largo de la historia retratar fue una manera de conservar, de escribir una historia, de venerar, alabar. Es una forma de preservar una imagen del presente para el futuro, al igual que en la fotografía. En un retrato intentamos capturar la esencia del retratado. A través de su expresión se pretende plasmar quien es. Como se siente. A través del contexto que le ponemos, lo que lo rodea, intentamos contar su historia para poder condensar en una imagen muchos significados y enriquecer a la persona.
Lo interesante, y ahí es cuando entra el trabajo del artista, es ver la interpretación del pintor. Entender lo que el pintor está queriendo retratar de ese individuo, lo que él ve y a lo que él le confiere importancia. Es interesante poder ver como distintos artistas representan de maneras diferentes a la misma persona. O incluso un mismo artista retratando a una misma persona desde puntos de vista distintos. Como el caso del triple retrato de Carlos I por Antonio Van Dyck. Al igual que en la fotografía, el retrato sin duda nos remite a la nostalgia, al paso inevitable del tiempo y funciona como un “souvenir” de la persona o incluso puede funcionar como un recuerdo de un espacio/tiempo determinado.

Me parece interesante cuando hay muchos grados de separación entre la obra y la realidad. Así es la representación. Me gusta esa ambición y esa audacia de creer que podemos reproducir algo que estamos viendo. Cuando el resultado final siempre está muy alejado de la realidad ya que dependemos de la interpretación del artista y de la nuestra como espectadores. Eso quizás es lo que lo vuelve más misterioso.

Incluso hay retratos que se volvieron iconos, como los autorretratos de Frida Kahlo, la Gioconda, o la famosísima pintura de Marilyn Monroe por Andy Warhol. En estos casos, este tipo de retratos son los que, en mi opinión,  traspasan su sentido inicial,  en donde la imagen pasa a cobrar más valor y sentido que la persona en sí. Se vuelven iconos y trascienden en la historia.

 Me llama la atención como los retratos antiguamente llevaban tantas horas de producción como en el caso de Cézanne que llevaba a cabo más de 100 sesiones para lograr el retrato. Esto es necesario ya que se trata de realizar un estudio exhaustivo de la luz, la sombra, de las proporciones,  los matices, las texturas para poder lograr, si así se quisiera, la mayor semejanza en el retrato. Sin embargo cuando llega la fotografía, se logra un retrato mucho más verosímil, una interpretación de la realidad que es casi perfecta, y solo con un botón logra capturar todos estos factores para perpetuarlos en el tiempo.

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